Tenía una entrada pendiente que no pude escribir ayer y como era de suponer, debía estar dirigida el certamen de música más importante del mundo, celebrado en Suiza el sábado por la noche.
Me he posicionado abiertamente contra la decisión de que Israel participara en esta edición del Festival de Eurovisión. Por coherencia, ( si se excluye a Rusia, por la invasión de Ucrania, no ha de ser menos dejar fuera al país cuyo ejército está llevando a cabo una ofensiva militar contra el terrorismo que está dejando un reguero de muertes que nada tienen que ver con Hamás. Un fin legítimo no puede justificar una masacre de inocentes. Ni todo vale, ni el fin justifica los medios, por mucho que lo predicase el mismísimo Maquiavelo.
Además de eso, desde el comienzo, las autoridades israelíes tenían muy claro que no iban a desaprovechar la oportunidad de usar el festival como instrumento de propaganda, nombrando como representante a una superviviviente de los ataques perpetrados el 7 de octubre de 2024, que dejaron un reguero atroz de 1200 fallecidos inocentes, pólvora para detonar un conflicto con llamas permanentemente avivadas. La letra de New day will rise, tema interpretado por Yuval Raphael, habla por sí sola, la maquinaria de propaganda estaba en marcha.
Quien me conoce sabe bien mi defensa a ultranza de lo hebreo y mi radical oposición al antisemitismo,tan extendido en toda Europa, pero lo uno no puede llevar a mirar hacia otro lado en situaciones que son además de injustas, crueles. No, no soy antisemita por pedir que Israel no participe en este evento. Aún así asumo las consencuencias de quien así lo interprete.
Tampoco tolero y acepto las intervenciones de otros países que han usado el festival para lanzar mensajes de apoyo a Palestina. Puro postureo. Menos si cabe de países que dicen una cosa pero luego de espaldas, hacen otras. De nada me sirve que quieran quedar bien de cara a la galería, si luego firman acuerdos comerciales con el gobierno judío y les venden armas. Cansado de tanto cinismo. No se puede ser más miserable y cobarde.
Y se celebró el evento, concierto de música en el que esta es cada vez más lo que menos interesa. Puestas en escena repetidas de otros años, excesivas en los efectos especiales y canciones de un mediocridad notable. Apenas un puñado de temas se salvaron de la quema, en particular la que representó a Francia, Mamam, de Louane Emera, brillante.
Con la llegada de las votaciones, el espectátulo esperpéntico de todos los años con los paises de Europa del Este votándose entre ellos haciendo de las quinielas adivinatorias algo tan insípido como todo el certamen en sí, cada vez más previsible y casposo.
La noche contó con emoción en el recuento de votos, que aupó a Israel a una segunda posición inflada, gracias a un voto telemático del público que este año podía hacerlo hasta en 20 ocasiones con un mismo terminal. Cerca de ciento cuarenta mil llamadas y mensajes han registrado los organizadores, que ahora están recibiendo peticiones de auditoría de los mismos, por sospecha de que se ha organizado en los distintos paises una campaña de votos masivos, patrocinada por el país hebreo para mejorar las expectativas de su representante.
Dislate, disparate, parece imposible empeorarlo aún más. Sólo queda esperar a la edición del año que viene para ver cómo lo lúdico se convierte en arma arrojadiza de un tablero político y estratégico que no deja pasar oportunidades para alcanzar sus objetivos. Lamentable, vomitivo y repugnante.
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