Comienza el juicio del beso.
Un gesto lleno de amor, al menos normalmente, que se convierte en un tema de trifulca, de abuso, de exceso que acaba en los tribunales.
Qué injusta es la vida, el momento más importante de la historia del futbol femenino, empañado por un mal gesto, propio de un ser tan primario como excesivo.
Incomprensible que alguien así pueda ocupar cargos de relevancia, en el deporte o en cualquier otra tesitura.
Para muchos que aquella mueca amparada por la euforia acabe en los juzgados es exagerado, esconde otras cuestiones. No se trata tanto de la magnitud del acto en sí, como de lo que esconde detrás. Machismo disfrazado de jolgorio amparado en la confianza. Algo tan íntimo como un beso se escoge, se acepta, se disfruta, no se justifica si es efectudado unilateralmente.
Cuantas veces en otras muchas tesituras hemos vistos gestos similares. No hay celebración que justifique un comportamiento así. Es lo que se comienza a juzgar hoy, lo que hay en el fondo, mucho antes de lo que implican las formas.
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