miércoles, 5 de noviembre de 2025

El día después

 Aunque han pasado más de dos semanas, esta larga serie de entradas bien merece un epílogo con algunas conclusiones, por someras que estás sean.

 La primera, que el camino siempre viene a mi rescate, cuando más oscuras parecen las cosas surge la oportunidad de andar y de despejar la mente. Es, de algún modo mi bálsamo de fierabrás.

 Guardo como oro en paño las botas que uso para andar, como si el polvo que acumulan las suelas fuera un preciado tesoro. Es lo que me traigo de vuelta después de tantos kilómetros de pateo, mejor que ningún otro recuerdo de Santiago.

 Mis piernas y pies ya vuelven a estar como antes, pese a las ampollas de esta ocasión que no han sido óbice para llegar a la meta. Activas y entretenidas, corriendo y haciendo rutas de senderismo esporádicas, hasta que vuelva el gusanillo a entrar en mi mente y llegue la hora de planificar una nueva entrega de este andar sempiterno, porque  soy y seré peregrino. 

  Y lo más importante para terminar, sigo acumulando experiencias, en forma de conocer personas, gentes de todas las edades, con las que haces migas de la manera más sorprendente y casi sin querer. Aunque ahora me duela reconocerlo,(son muchos los recuerdos y los sentimientos que afloran al decirlo), el camino es y será siempre, conocer a personas con las que te cruzas, que de algún modo permanecen siempre dentro de tí, dejando una huella indeleble.

 

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