Y llegó el día ansiado por muchos, pero que deja el cuerpo del peregrino sentido trastocado, como triste por llegar a su fín.
Para el fin de fiesta la ruta reserva unos últimos veinte kilómetros que incoporan al viandante al área metropolitana de la capital de Galicia, una ciudad con alma de pueblo que apenas tenía más vida que la que le ofrecía el ambiente universitario hace apenas unos años y que ahora goza de notoriedad, influencia politica y económica y dinero, una parte del cual lo mueven las rutas xacobeas que llegan hasta allí.
Para ello toca bordear Lavacolla, aldea de la Parroquia de Sabugueira, hoy integrada en la capital, donde cuentan que los peregrinos se aseaban antes de entrar a la ciudad, lavándose los cuellos y en donde hoy están las pistas del Aeropuerto Internacional Rosalía de Castro, (quién le hubiera dicho a ella que fuera a dar nombre a un espacio donde aterrizarían nada menos que aviones), antes de llegar a San Marcos y su polígono industrial, donde tienen su sede las corporaciones audiovisuales RTVE y TVG. El caminante pasará de largo y se decantará por fijarse en el camping que hay, un poco más adelante, que ofrece el último avituallamiento antes de entrar en el Monte do Gozo, cuyo nombre sin conocer la historia, todos podemos imaginarnos a qué motivo se debe.
Aquellas lomas que ya permitían al peregrinos vislumbrar los campanarios de la Catedral son hoy sede de un complejo donde se halla el abergue de peregrinos más grande de todos los caminos, con más de ochocientas camas, además de otras instalaciones como un enorme auditorio al aire libre. Sin desviarse de la ruta, aparece la pequeña Capilla de San Marcos que contiene uno de los sellos más preciados que toda credencial debe lucir antes de oficializar la consecución de la Compostelana.
Allí en la puerta, esperando a su dueño pacientemente, estaba el bueno de Beethoven, peregrino cuadrúpedo procedente de Sevilla que completó desde Sarria la ruta con nosotros. Son cada vez más los animales que comparten aventura y experiencias con los humanos, por eso la mejor manera de darle el punto y final a esta nueva excursion mochilera era convertir esta última entrada en un pequeño homenaje y aplauso para ellos.
Atrás quedaron más de doscientos veinte kilómetros hechos y certificados, muchas anécdotas en albergues y en los caminos, gente maravillosa conocida en el trayecto y un buen puñado de experiencias gastronómicas siempre regadas con vino o buena cerveza. Misión cumplida.
La vuelta al foro en tren y en silencio, siempre tiene un cometido, pensar en la siguiente meta, en qué nueva ruta acometer, porque como todos sabemos, esto es tan sólo un punto y seguido. El peregrino nunca deja caminar, ni aún cuando está en otros menesteres. Ultreia.


