A vueltas con la necesidad de utilizar los medios de transporte colectivos para minimizar el impacto contaminante. A muchos hay que seducirles para que abandonen las comodidades del vehículo privado.
Buenos autobuses o convoyes de cercanías tienen que ser el mejor reclamo y para ello han de buscarse fórmulas que permitan la accesibilidad, la puntualidad y la higiene. Es en este tercer punto en el que quiero quedarme hoy.
Usuario habitual del tren para mis traslados a la oficina, observo día tras día como la mayoría de los trenes tienen inhabilitado el servicio de aseos que ofrecen, siendo una rareza que alguno de los mismos tenga su puerta corredera abierta. Cuando esto sucede el espectáculo que hay dentro es demoledor. Con el urinario lleno de escrementos y orines que se derraman por el suelo con cada frenazo del tren, hacen del suelo un mar de inmundicias cuyo olor es nauseabundo.
Náuseas si, eso produce coger en ocasiones el tren. Desolador espectáculo, especialmente si estas recién llegado de otras latitudes europeas donde ves que sus trenes lucen limpios, casi inmaculados y ofrecen este servicio de retretes con las necesarias condiciones de higiene y limpieza.
Intentaré hacer llegar una queja por los canales pertinentes al ministerio del ramo encargado del transporte, aunque queden en agua de borrajas, como ocurre casi siempre con estas cosas. Si pagamos un servicio de transportes con costes de primer nivel, lo menos es que el servicio prestado sea acorde al precio y no tenga esta facha tercermundista. Qué vergüenza.