El comienzo de la travesía fue suave, muy tranquilo, carente de dificultades, para completar los algo más de veintitrés kilómetros que distan por el camino desde Ponferrada a Villafranca del Bierzo.
Tras unos comienzos titubeantes, por la no localización de las flechas de salida, llega la despedida del hogar de los templarios para salir por un parque bordeando el río, dejando a un lado el Museo de la Energía, siempre a oscuras durante la primera hora. Por sendas suaves y pequeños pueblos se alcanza pronto la localidad de Camponaraya, lugar de nacimiento de Lydia Valentín, a cuyos méritos deportivos la localidad ha dedicado un monilito y una glorieta. El desvío hacia el Monasterio de Carracedo, pese a ser tentador, es obviado por la mayoría de los peregrinos que prefieren seguir ruta hacia Cacabelos, antesala de Villafranca a la que se llega en plena bajada, pues no en vano la localidad reposa sobre una vaguada rodeada de lomas y montañas.
Para dar la bienvenida, una Iglesia románica del siglo XII , dedicada a la figura de Santiago se posiciona a la izquierda, en un estado magnífico de cuidado y conservación. Un aperitivo para darse de frente podo después con el Palacio Castillo de los Marqueses de Villafranca, un impresionante edificio de piedra que más parece una empalizada militar que una residencia nobiliaria.
Sin apenas entrar en la ciudad, ya ésta tiene reclamos para el visitante. Deseoso de soltar la mochila, los pies se dirigieron hacia el albergue, que ocultaba otra sorpresa.
Sobre los resto de la vieja alcoholera de la ciudad, que tras ser clausurada pasó a convertirse en albergue para peregrinos, se ubica este espacio de descanso con un jardín de entrada que invita a pensar en un balneario antes que en una factoría. Arrasado por las llamas de un fuego en 2012, fue rehabilitado y reconstruido para brindar un servicio lleno de comodidades impropias para un albergue. Vaya forma de comenzar la ruta con la llegada a un lugar tan hermoso, lleno de historias y hacer parada, en el viejo depósito de castañas y cerezas que se envasaban para exportarlas incluso a Japón, para luego emplear los excedentes en destilar alcohol.
¡Imposible hallar otro modo de culminar la jornada, después de hacer kilómetros por caminos que dejaban a ambos lados viñas de la tan preciada denominación de origen que da vida al Godello!
Tras la cerveza de rigor, ingesta de botillo, carne de cerdo condimentada con ajo y pimentón y preparada al horno de leña que colmó los deseos de probar viandas de la tierra, junto a la famosa cecina de vaca que hizo las veces de cena por la noche. La tarde pasó con la visita a las diferentes iglesias de la localidad, (Convento de la Anunciada, Iglesia de San Nicolás, Iglesia de San Francisco, Colegiata de Santa María), paseando por calles empedradas y empinadas que convierten a esta localidad en una visita maravillosa, casi mágica.
En el corazón del Bierzo, rodeado de montañas, (y de peregrinos asiáticos), terminó la jornada con una retirada pronta para velar armas ante la etapa reina, la que transitará por Los Ancares y culminará con el mítico O Cebreiro.

No hay comentarios:
Publicar un comentario