Se despereza el día, El sol asoma desde la copa de los árboles, llenando mi mesa de trabajo de una luz áurea; hasta que cambiemos la hora en el reloj tengo la sensación de que comienzo a andar antes de que él lo haga, aunque sea al revés, el sol no descansa nunca, siempre está de guardía, deambulando de aquí para allá. repartiendo generosamente sus rayos, su luz y su calor, a esta esfera inquieta que rota y se traslada en el tiempo, que no puede vivir sin él.
Bajo el estor de la ventana con su cuerda de bolas y se característico ruido de cadena; me protejo así de sus reflejos cegadores que no me dejan ver la pantalla del ordenador. Echa a andar una nueva mañana, un nuevo día de faena. Chiringuito abierto.
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