Tiene
gracia. Cuando estoy en la oficina me quejo de que las ventanas están
siempre cerradas. Es norma interna de seguridad del edificio, así para
ventilarnos ya tenemos otros medios: o te agarras al aire acondicionado,
o bajas a la calle a estirar las piernas.
Ahora
que teletrabajo permanentemente tengo abierta la ventana. En parte
porque me alivia el poco aire que corre estos días de canícula, y
también porque me gusta oír los ruidos que vienen de fuera.
Y
hablando de ruidos. Mucha gente se queja de vivir rodeada de hormigón,
de tener pocas zonas verdes alrededor. Yo tengo la fortuna de vivir
junto a un pequeño parque que rodean cuatro edificios de mi manzana,
donde un pequeño área de juegos infantil, recien abierto, ameniza las tardes entre gritos
y carreras, junto a árboles de hoja caduca que sirven de refugio a
palomas y a urracas autóctonas y argentinas.
Pero
no son las únicas inquilinas de estos emplazamientos verdes.
Hay otro minúsculo convecino que nos ameniza todo el día con sus
simpáticos cantos, a todas horas. Una buena colonia de cicácidos pueblan
estos pinos de mi parque, alguno de los cuales casi alcanza ya con sus
ramas faltas de poda desde hace muchas semanas, la ventana de mi
dormitorio.
Cicácidos
o chicharras, que es como el común las conoce en su lenguaje popular.
Con ese aspecto de moscardones de alas robustas que se camuflan con
tronco y hojas con suma facilidad, leo que con su canto pueden alcanzar
los ochenta y seis hercios. A fe que están capacitadas para montar
semejante alboroto, al principio se mete el ruído en los oídos, tan constante e intenso como es, chirrido molesto, pero después de un periodo de adaptación,
llegas a no notar que están ahí, vibra que te vibra, con un aparato estridulatorio que provoca el ruido
desde los costados de su abdomen.
Así
con ese soniquete diario, que en ocasiones se prolonga incluso a la
noche, pasan los días de faena; mientras unos revisan facturas y
contestan a correos, otros se entregan al fragor del ritual de
apareamiento con sus cantos constantes. Estampa de un recien empezado
verano, donde mi más fiel acompañante es un insecto de la familia de los
hemiptera.
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