Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 1 de julio de 2020

Chicharras

Tiene gracia. Cuando estoy en la oficina me quejo de que las ventanas están siempre cerradas. Es norma interna de seguridad del edificio, así para ventilarnos ya tenemos otros medios: o te agarras al aire acondicionado, o bajas a la calle a estirar las piernas.

 Ahora que teletrabajo permanentemente tengo abierta la ventana. En parte porque me alivia el poco aire que corre estos días de canícula, y también porque me gusta oír los ruidos que vienen de fuera. 

 Y hablando de ruidos. Mucha gente se queja de vivir rodeada de hormigón, de tener pocas zonas verdes alrededor. Yo tengo la fortuna de vivir junto a un pequeño parque que rodean cuatro edificios de mi manzana, donde un pequeño área de juegos infantil, recien abierto, ameniza las tardes entre gritos y carreras, junto a árboles de hoja caduca que sirven de refugio a palomas y a urracas autóctonas y argentinas.

 Pero no son las únicas inquilinas de estos emplazamientos verdes. Hay otro minúsculo convecino que nos ameniza todo el día con sus simpáticos cantos, a todas horas. Una buena colonia de cicácidos pueblan estos pinos de mi parque, alguno de los cuales casi alcanza ya con sus ramas faltas de poda desde hace muchas semanas, la ventana de mi dormitorio.

 Cicácidos o chicharras, que es como el común las conoce en su lenguaje popular. Con ese aspecto de moscardones de alas robustas que se camuflan con tronco y hojas con suma facilidad,  leo que con su canto pueden alcanzar los ochenta y seis hercios. A fe que están capacitadas para montar semejante alboroto, al principio se mete el ruído en los oídos, tan constante e intenso como es, chirrido molesto, pero después de un periodo de adaptación, llegas a no notar que están ahí, vibra que te vibra, con un aparato estridulatorio que provoca el ruido desde los costados de su abdomen.

 Así con ese soniquete diario, que en ocasiones se prolonga incluso a la noche, pasan los días de faena; mientras unos revisan facturas y contestan a correos, otros se entregan al fragor del ritual de apareamiento con sus cantos constantes. Estampa de un recien empezado verano, donde mi más fiel acompañante es un insecto de la familia de los hemiptera.

 

 

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