Son culpables nuestros jóvenes.
Por vivir al día, porque el verano es para disfrutarlo, porque en cualquier momento nos vuelven a confinar. Carpe diem.
Cabeza de turco, nada hay más patrio que buscar culpables en otro lado, que hacer responsable al otro.
Sólo los críos salen en manada a la calle, abrevan en las terrazas y se dan abrazos de reencuentro, después de muchos meses de ausencia, de no verse. También son ellos los que van a sus segundas residencias, los que organizan bodas y barbacoas, los que hacen cola en las piscinas municipales, los que se pasan por el forro las distancias.
En pocas partes es más cierto el dicho, el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso siempre es huérfano. Aunque a decir verdad, aquí siempre encontramos a un culpable, y casualmente siempre es el otro.
Genio y figura... Hasta la próxima crisis.
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