Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 10 de junio de 2020

Todo sigue igual

 Fue un domingo, el pasado ocho de marzo, la última vez que cogí el metro. Y lo cogí de vuelta a casa tras ir a cenar con unos amigos para celebrar un cumpleaños.

 Desde aquella no había vuelto a cogerlo. Más de tres meses han pasado desde entonces. Noventa y dos días de limitar los traslados a paseos puntuales, a visitas al supermercado o a la farmacia, y de montar un rato en bici, aprovechando los espacios destinados al paseo o a ejercitarse.

 Hasta ayer mismo, que decidí quitarme los prejuicios y temores de entrar en el transporte público por temor a contagiarme. Así que pertrechado con mi mascara, accedí al andén de mi parada para hacer unos recados. Los límites de mi barrio por fin iban a ser traspasados.

 Y eso que hace un par se semanas me decidí a cruzar el puente de la M-30, para pasar al Barrio de la Estrella, y desde ahí acercarme al Retiro y a Goya. Ambos trayectos, el de ida y el de vuelta, por precaución, los hice andando.

 Así que ya tocaba.

 Qué sensación más extraña. Me encontré las instalaciones vacías, pese a acceder a una hora que en condiciones normales se podría considerar punta: la de salida del trabajo. Sin apenas público, sin el olor característico de los pasillos y escaleras mecánicas, con el suelo, paredes y asientos llenos de pegatinas y carteles recordando la necesidad de guardar la distancia de seguridad... Parecía que fuese la primera vez que entrara en una estación del Metro de Madrid.

 Y nada mas lejos de la realidad, pues ese momento ocurrió hace ya la friolera de veintisiete años, justo cuando iniciaba titubeante mi segundo año de CC. Políticas tras solicitar traslado de expediente desde la Universidad de Santiago de Compostela. No le tenía pillado el tranquillo a lo de los transbordos y desde Moncloa en la línea tres, en vez de bajarme en Sol para coger allí el 134, para acercarme a Mirasierra,  me fui directo hasta Legazpi...

 Era un de aquellos trenes rojos, estrechos, ruidosos, con un ruído en el mecanismo de apertura y cierre de puertas que más bien parecía una explosión, con bancos corridos que no admitían división de asientos separados... De haber ocurrido la pandemia entonces, hubiera sido mucho más complicado mantener la distancia de seguridad en vagones así.
  
 Desde luego toca pasar página, y el primer paso para hacerlo será acostumbrarse a esta nueva realidad de poner distancia de separación y llevar máscarillas para ir a cualquier lado. Y mientras eso se produce, seguir disfrutando de la novedad de... volver a lo de siempre. Qué ganas de volver a decir aquello de: todo sigue igual.



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