Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 18 de junio de 2020

El bote de Colón

"Quiero ser un bote de Colón y salir anunciado por la televisión..."

 Eso decían Alaska y Dinarama en su canción. 

 Hoy la gente no quiere ser ese bote,  quiere más bien botar a Colón de la historia, limpiarlo de la memoria con algún tipo de detergente, echarlo fuera, por genocida, borrarlo del mapa, convertirlo en pura ceniza, como si eliminándolo de las calles y de sus pedestales se borrara la estampa del presunto asesino.

 Antes echábamos la culpa a la leyenda negra, esa que tan bien supuestamente supieron manejar los anglosajones para echar tierra sobre las campañas de descubrimiento y conquista, ensalzando los abusos y crímenes de los invasores, por encima de lo que pudo haber de bueno cuando dos mundos que se ignoraban, se encontraron, y en donde el pez grande, como siempre, se comió al chico. Pez que contó lo que ocurrió a su conveniencia, como hacen siempre los vencedores, pese a la insistencia de pleitar por los más débiles de algunos, como Fray Bartolomé de las Casas.

 Siempre es posible revisar la historia, no dar por sentadas las cosas, especialmente en épocas pasadas en las que, con frecuencia, hay lagunas en los datos, que obligan a interpretar pasajes completos, sin la certidumbre que da el haber obtenido pruebas, lo cual obliga a especular antes que a dar fe de lo acontecido. Ninguna figura es intocable, ningún personaje es incuestionable, especialmente aquí, que no ponemos en un pedestal infinito, en medio de una plaza, a ningún almirante, ni a nadie, como hacen en otras latitudes.

 ¿Revisiones, pues? Siempre. ¿Manipulaciones y oportunismo? Nunca, básicamente porque es el camino que conduce a ninguna parte. Dudo que el movimiento pro derechos civiles de EEUU, recientemente reavivado como consecuencia del triste asesinato de George Floyd, encuentre sustento alguno en revisar la figura histórica de Colón, y en eliminar su presencia de las calles. Siguiendo esa regla de tres, que el Distrito de Columbia, que da cobijo a la capital de los estadounidenses cambie su nombre, y que pregunten a los colombianos como quieren que les denominen a partir de ahora en la comunidad internacional.

 Este tipo de reacciones dan para mucho, por el ímpetu de las acciones que las justifican, por el argumentario que utilizan, donde la demagogia y la censura de mente juegan un papel significativo. Sin duda la sociología tiene en estos actos un interesante elemento de estudio, sobre el que trabajar para analizar los comportamientos de estos colectivos, que buscan construir un presente, eliminado los cimientos que le son molestos del pasado.

 Desgraciadamente para ellos no hay detergentes que eliminen de la historia momentos de abuso y sufrimiento. Por eso el bote, la expulsión de Colón, sólo será testimonial, muy probablemente pasajero. No tienen suficiente poder para sacarlo de la historia, ni probablemente fundamentos para hacerlo.






 

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