Comencé a leer a Rosa Montero gracias a su faceta de columnista en El País, lugar donde ha desarrollado su faceta de cronista de la vida real que tanto me entusiasma, como lector y como escritor esporádico que soy.
Ver trasladada esa tarea de contadora de historias sacas del día a día en sus novelas es algo que me admira, convirtiéndome en lector asiduo de sus trabajos. De manera recurrente cada cierto tiempo, alguno de los trabajos de esta periodista madrileña acaban llegando a mis manos y formando parte de las estanterías de casa.
En esta ocasión el turno le ha tocado a Te trataré como a una reina, ( Ed. Seix Barral, Biblioteca breve), historia que tiene su punto neurálgico en el Desiré, un bar decadente y deshauciado, por el que desfilan todo una pléyade de personajes, que parecen retratados en una foto fija perdida en el olvido. Aspirantes a cupletistas, cantantes de boleros frustadas, ex-soldados convictos y solterones sin más vida que el trabajo, desfilan por unas páginas que abocan al lector a inmiscuirse en un ambiente de marcada tristeza y deterioro que invita a sentir pena por los personajes, perdidos en un limbo de sueños no cumplidos y en muchos casos, ni si quiera perseguidos o intentados. Vivencias no vividas que terminan invitando a reflexionar sobre las razones por las que condenamos a nuestras existencias a deambular por un camino de rutinas y actividades que en nada nos reflejan ni motivan.
Te trataré como a una reina es en el fondo eso, un canto a la libertad, a la osadía de perseguir lo que se desea en la vida, sin atender a dimes y diretes, ni a juicios de valor realizados por terceros. Es una invitación a la autorrealización personal, a la búsqueda de ese camino que permita aproximarnos al fin de toda vida, el de tratar de alcanzar la felicidad.
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