Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 26 de junio de 2020

Trafalgar

 Es evidente que no olvidaremos nunca este año dos mil veinte, que será una efeméride que todos recordaremos a nuestra manera, pues a todos nos tocó vivir la misma situación, cada uno sujeto a sus propias circunstancias.

 Hablando de efemérides, este tan extraño año es el de la comemoración del centeneario del fallecimiento del mejor cronista que ha tenido nunca Madrid, Benito Perez Galdós,

 Falleció un cuatro de enero, solo, enfermo y arruinado, arrinconado por sus enemigos, esos que confabularon para que su candidatura nunca entrase en las quinielas del Nobel de literatura, galardón que otros escritores patrios alcanzaron con menos méritos. Apenas un año antes había recibido su último homenaje, la estatua que cerca del Paseo de Carruajes, hoy sede de la Feria del Libro, en el Parque del Retiro, se erigió en su honor, obra de Victorio Machado. Con la vista muy deteriorada, recorrió con sus manos secas y rugosas el perfil de su cara esculpida sobre mármol blanco, sonriéndose por reconocerse en su gesto y rasgos a través de lo que sus manos palpaban.

 Muchas eran las actividades programadas para homenajear al escritor canario, en forma de exposiciones, nuevas reediciones de su obra, así como publicación de diferentes biografías, que ponen empeño en dar a la figura de Galdós el lugar que le corresponde en las letras hispanas; para muchos el segundo gran novelista nacido a este lado de los mares, después de Miguel de Cervantes.

 Dentro de todos los homenajes que se pueden hacer a un autor universal, el mejor de todos ellos es leer alguna de sus obras y en mi caso la obra elegida ha sido el primero de los Episodios Nacionales, el dedicado a la batalla de Trafalgar, de triste recuerdo para este país y de sentido significado para los ingleses, que vieron como perdía en ella su vida el más ilustre de todos sus almirantes, Nelson.

 Casualmente la edición que he utilizado ha sido la de mil novecientos ochenta y seis, publicada en formato de bolsillo por Alianza Editorial, la que compré para leer en la clase de lengua y literatura de segundo de B.U.P. 

 A través de los ojos de un niño huérfano,(Gabriel), que vive al servicio de un marino retirado, (D. Alonso),  en Véjer de la Frontera, que utiliza un falso pretexto para huir a Cádiz a espaldas de su mujer  y enrolarse en uno de los buques que estarán en la batalla, se muestran los entresijos de los preparativos de una flota que carecía del liderazgo, preparación y capacitación necesarios para doblegar a las huestes del Imperio británico.

 A diferencia de lo que se suele destacar en algunos foros que encuentran estas series de narración de episidios de la historia de España como un elemento de enaltecimiento del sentimiento patrio, en la lectura de los mismos puede encontrarse un duro análisis crítico de las torpezas, miserias y equívocos que han llevado a este país a darse de bruces infinidad de veces, por falta de talento, for carencia de esfuerzo y por menosprecio del adversario.

 Leídos a tacitas, son una excelente oportunidad de conocer la historia, y de paso, alimentar un espítitu crítico y constructivo. Con ese dominio del lenguaje, y esa prosa limpia y realista que tan bien supo recoger pasajes y modos de ser, retratos costumbristas de un páis que bien conoció y que se pateó de esquina a esquina.





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