Vivir con odio.
Extendido.
Menosprecio que antes se vivía de algún modo de manera íntima,
hasta cierto punto sosegado.
El odio ha dejado la espera privada para significarse abiertamente.
Ahora se dice, se comparte, se manifiesta por varias vías y hasta se presume de proyectarlo;
lejos de sentirse como un signo de debilidad, se recalca, se pone énfasis en él.
Cuánto se odia y a quién, no hay que dejarse nada en el tintero.
Hay épocas que ponen poco en valor la racionalidad humana y dan rienda suelta a lo instintivo y primario.
Esta es una de ellas.
Eterno retorno, pasará, como han pasado otras tempestades.
Pero hasta que eso culmine, toca aguantar.
Desgraciadamente.
Aguantar y predicar en el desierto donde los comedidos son recibidos a guantazos,
como corresponde cuando prima la visceralidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario