Lo prohibe el código de circulación, salvo en contadas excepciones, motivadas por circunstancias de tráfico o porque se vaya girar a la izquierda.
Sin embargo en otros contextos ese adelantamiento no está prohibido, ni tan siquiera se regula la velocidad a la que puede realizarse.
Es el caso de la política, en la que partidos de los denominados de derecha tradicional y moderada, se están viendo adelantados por otras formaciones con un discurso más radicalizado dentro de la esfera conservadora.
Es un fenómeno recurrente y compartido, no hay país de Europa en estos momentos que no lo viva y es posible encontrarlo en otras latitudes.
El populismo reaccionario gana adeptos a un ritmo vertiginoso, sin que nada ni nadie se vea capaz de pararlo. Azuzado por los adversarios ideológicos de izquierdas, que ven en esa forma de atizar el fuego una manera de debilitar a sus tradicionales competidores, la llama cada vez se hace más alta , más vigorosa y tiene más fuerza, más presencia. No tiene techo.
Por supuesto que llegará el momento de que tope con su límite, pero lo importante ahora es tratar de pararlo para no descubrir donde está. Dejar los gobiernos en manos de estar formaciones políticas es el camino más corto para eliminar derechos y conquistas de todo tipo, que se creían inamovibles y ahora están en tela de juicio.
La gente debería reflexionar y pensar en qué tipo de sociedad le gustaría vivir. Algo tan simple como pararse a pensar un poco, quizá cambiase el derrotero de los acontecimientos, en esto tiempos en los que pensamos más con el estómago que con la cabeza.
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