jueves, 11 de septiembre de 2025

Chaleco amarillo

 El chaleco amarillo brillaba a un lado de la carretera. 

 A medida que el coche fue aproximándose, una figura fue perfilándose con nitidez. Era la de un hombre de mediana edad, no muy alto, que vestía pantalón corto, pese al relente de la mañana, muy fresca.

 Por un camino de tierra, que a modo de surco se había abierto por un lateral, se aproximaba a la puerta de la factoría. 

 Tras rebasarlo con el coche, tuvo la curiosidad de intentar averiguar desde donde vendría andando. ¿Cuántos kilómetros tendría que hacer cada mañana para acudir a su puesto de trabajo? ¿Se habría llevado alguna vez algún susto, pese a ir convenientemente ataviado y caminar por el lado correcto de la calzada?

 Desde la atalaya cómoda del asiento de su coche, escuchando música sin preocuparse por el frío,  sin mayor preocupación que no encontrar tráfico para llegar a la oficina, donde tenía plaza de aparcamiento, subiría a su mesa de trabajo, donde el termostato aseguraría que no pasase ni frío ni calor, al igual que en su casa, donde podía teletrabajar al menos un par de días a la semana. 

 Privilegios con los que el hombre del chaleco amarillo seguramente no contará nunca

  

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