Parece como si menguase por momentos, la capacidad que tenemos de expresarnos.
Es un tanto contradictorio, que en épocas en las que se compran más libros y los ratios de lectura sean más altos de lo habitual, haya decaído la habilidad de comunicarse por vía oral y escrita.
No es un don con el que se nazca, requiere de entreno, práctica y antes de todo ello, mucho aprendizaje. Incluso dedicando tiempo y esfuerzo al arte de la retórica y de la oratoria, eso no te garantiza la capacitación para disertar con soltura y convicción.
Todo esto viene a cuento de la falta de conocimiento de muchas palabras que usamos y que soltamos convencidos de que hacemos un empleo adecuado de las mismas, algo que se nota a diario en conversaciones tan banales, como simples.
Y eso es precisamente en lo que nos estamos convirtiendo, en personas simples, de un nivel tan elemental y tan básico que preocupa.
Sin lectura estamos perdidos, cada día que pasa es más notorio y evidente. Reducimos además la capacidad de discurrir y de reflexionar, sin la cual, las cuestas arriba, pocas veces cambian de sentido y van hacia abajo.
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