Hay infinitas formas de ganarse la vida, aunque algunas llaman poderosamente la atención.
Algunas son graciosas, como por ejemplo montar una bodega que sólo produzca mosto en La Rioja, o ser propietario de una fábrica de paraguas en Sevilla. No beber vino en Logroño y esperar mal tiempo en el horno permanente sevillano, son acciones que requieren ingenio y valor.
Bromas aparte, leo hoy en varios medios la historia de un prestigioso chef italiano, cuyos graves problemas de salud obligaron a tomar medidas drásticas para reducir su peso. Para paliar el problema decidió eliminar completamente de su dieta tanto la ingesta de cualquier tipo de azúcar como de alimentos que contengan carbohidratos. La apuesta le ha permitido perder más de noventa kilos en menos de un año, para dejar a la mitad los ciento ochenta y cinco que llegó a pesar.
Soprendente y meritorio, desde luego, aunque lo primero que me dio por pensar al leer su historia es que iba a tener graves problemas de marketing en su negocio de hostelería. Un restaurante italiano que no ofrece pizza es como ver una película de Tin Tin en la que no sale Milú y eso es lo que precisamente está haciendo, ser consecuente con su decisión personal y ofrecer gastronomía de su país basada en otros productos que reducen al mínimo esas sustancias o eliminan los lácteos de la elaboración de sus platos.
Curiosa forma de hacer de una decisión vital, el modo de ganarse la vida. Al menos es consecuente y no ofrece a sus clientes y comensales aquello que él no está dispuesto a ingerir. Desde luego el tema daría para abordarlo desde más frentes, si es saludable perder tantos kilos en tan poco tiempo, o si es recomendable eliminar cualquier tipo de carbohidrato de la dieta, algo con lo que no están de acuerdo muchos médicos, dietistas y parte de la comunidad científica, pero eso daría para escribir textos que van mucho más allá de las pretensiones de este blog y su autor.
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