Bolitas que inundan las playas de la siempre castigada costa gallega. Microplásticos que se mezclan con el agua de las botellas de agua mineral, esas que a menudo rellenamos con el agua del grifo, pese a que en la etiqueta recomiendan un único uso. Almohadas elaboradas con tejidos que desprenden esa misma sustancia, que podemos inhalar en mitad del sueño. Dice un biólogo de la Universidad de Vigo, que son muchas las cosas que llevan sustancias que contienen ese material que son nocivas para la salud, pero que no se publicitan por cuestiones de patente. Prima la pasta antes que el bienestar.
Plástico enemigo público número uno, antes incluso de que se convierta en un vertido altamente contaminante. Continente de infinidad de productos de consumo diario, a desterrar por sus consecuencias,a medio y largo plazo.
El peligro está en las cosas más pequeñas y mundanas. Caldo de cultivo de enfermedades futuras; cuerpos contaminados sin querer, por ingerir lo que no se sabe. Terreno abonado para conspiranoicos y panofóbicos en potencia. La información nos hace más libres, sí, pero también más timoratos y endebles.
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