Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 25 de enero de 2024

In memoriam. Manuel Zamarreño

 Hace apenas unas horas que ha comenzado el juicio por el asesinato de Manuel Zamarreño, un calderero en paro de Rentería, al que ETA reventó hace algo más de veinticinco años con una bomba adosada a una moto.

 Salía de su casa para ir a comprar pan; apenas llevaba un mes ocupando el acta de concejal que había quedado vacante tras la muerte de su predecesor, Jose Luís Caso, asesinado a la edad de cuarenta y tres años, los mismos que tenía su sucesor.

 Recuerdo muy bien el caso, los insultos incluso que recibió por parte de mucha gente, que no entendía como un calderero podía estar afiliado al PP. Sin duda le vendría bien tener los ingresos que su condición de edil le proporionarían. Desde el primer instante, desde que fue nombrado parte de la corporación municipal, recibió amenzas de muerte.

 No me quiero ni imaginar cómo pudo ser la vida de este hombre y su familia en las siguientes cuatro semanas, estando en el centro de la diana de la banda de asesinos. Tenía un escolta que le acompañaba desde que salía de su casa hasta que entraba en ella.

 Cuando los teletipos confirmaron la noticia de la muerte, a nadie le sorprendió. Otra crónica de una muerte anunciada. Todo el mundo sabía que iban a intentar matarlo, que no cejarían en el empeño de liquidarlo, como sólo hacen las bandas de mafiosos. 

 Y ocurrió. No tardaron en circular las primeras fotos de un cuerpo tendido junto a un vehículo en la puerta de su propia casa, en calzoncillos, con los ojos abiertos con gesto como de sorpresa. La deflagración de los tres quilos de amonal, le arrancó de cuajó la ropa y también la vida.

 Ver aquellas imágenes con una sensación de desamparo e indignidad, de injusticia total, me llegaron al alma, al punto de emocionarme, de hacerme derramar lágrimas de sincera pena.

 Hoy Manuel tiene la portunidad de ver condenado a su asesino,  el mismo que no reconoce al tribunal que le juzga, que ha renunciado a su defensa. Me produce tal grado de asco y repulsión que ni voy a molestarme en escribir su nombre.

 Que se haga justicia y que su familia encuentre consuelo en una condena firme y contundente, de acuerdo a lo que marque la ley.

 Quedan doscientos veinticuatro crímenes impunes, sin autoría, ni esclarecimiento hasta el momento. Una losa demasiado grande para pasarla por alto, como para que nadie diga que la democracia ha vencido a la banda terrorista, aún no. Sin justicia, reconocimiento, perdón y consuelo, no hay modo alguno de pasar página. No hay atajos posibles.

 

 

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