Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 11 de julio de 2024

Gerardo Diego

 Justo delante de la Casa Regional de Cantabria, en la calle con nombre de otro notable escritor, Pio Baroja, perteneciente la Generación del noventa y ocho, puede verse un busto erigido en memoria y homenaje a uno de los cántabros más ilustres que ha dado la región, el santanderino Gerardo Diego.

 Miembro de una de las generaciones literarias más importantes en lengua castellana, la del veintisiete, creada en torno a la figura de unos de los poetas más complejos y dificiles de interpretar, Luis de Góngora, interpretó magistralmente la esencia del grupo poético al que perteneció: la de compaginar tradición y vanguardismo en los textos poéticos que escribió.

 Podría contar por docenas las veces que en clase de lengua leímos creaciones de este autor, analizando la métrica de sus versos, en romances y sonetos, así como  el fondo y mensaje de sus estrofas, dedicadas al amor, al paisaje o a la religión.  

 Ausente lo social o lo político en sus textos, convierten a este poeta en uno de esos autores neutros que no generan fobias ni detractores,  gracias a la transversalidad de sus contenidos. El Ciprés de Silos, es su poema más famoso:

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas de Arlanza
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales.

Como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

 

 Continúo mi paseo por los aledaños de Retiro, no sin antes inmortalizar el momento con la foto que acompaña a esta entrada, echando en falta ese surtidor de sombra, como dice el poema,  que son los árboles, en una tarde soficante de sol y lírica sobrevenida, por el caminar azaroso y sin rumbo que llevan a mis pasos.

 

 



 

 

 

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