Que los cambios a nivel tecnológico son imparables, no es una novedad que sorprenda a nadie. Día tras día contemplamos cambios que elevan el nivel de sofisticación de algunas cosas, capaces de hacer o mostrarnos información imágenes o actividades que no hace tanto eran impensables.
Cambios que afectan a la vida cotidiana, al trabajo. Es en este último punto donde más significativos son éstas alteraciones. La irrupción de la temida IA, inteligencia artificial, está mecanizando y automatizando procesos que antes requerían una intervención muy diferente, mucho más manual.
Miedos al cambio, inevitables ya que somos seres humanos y tenemos derecho a sentir vértigo ante los cambios; suerte de ludismo de nueva generación, que increpa las ventajas de los nuevos medios, que arrinconan la mano de obra y , en algunos casos, la elimina.
Las máquinas y sus adelantos siempre están para ayudar y servir al ser humano. Adaptarse a ellas requerirá de aprendizaje, renovación que del mismo modo que dejará obsoletas algunas ocupaciones, dará pié a que se creen otras nuevas, como ha sucedido siempre. En el fondo, tras tanta variación, no hay nada nuevo bajo el sol.
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