Subo por la calle Estrella de Elola, de camino a casa, una vez que mi tren me ha dejado en el apeadero del pueblo. Es un paseo agradable, de apenas veinte minutos, que me lleva por el corazón el municipio y por su calle más comercial, llena de bares y de tiendas.
Paso delante de la casa de la persona que da nombre a la calle, hoy convertida en un centro ocupacional. Digno uso para quien fue una filántropa, persona de alta sociedad, esposa de diplomático, que se caracterizó por su inmensa generosidad con los más desfavorecidos, a finales del siglo XIX.
Hoy camino por sus aceras como un vecino residente más; la primera vez que transité por ella, fue haciendo una parada para comprar en el Mercadona que hay en ella. Íbamos de excursión familiar, para llevar a mi sobrina mayor, Paula, al Parque temático que la Warner tiene en la Comunidad de Madrid.
Quién me iba a decir que con el paso de los años, dejaría de ser un forastero para ser un valdemoreño de nuevo cuño. Dieciocho meses contemplan mi nueva vecindad y padrón, sin visos de caducidad.
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