Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




sábado, 24 de febrero de 2024

Reconciliación

 Trasteo por el Facebook, aún en la cama, después de mi cura de sueño de los viernes, esa que me hace meterme en la cama a las diez de la noche, sin hora de despertarme al día siguiente.

 Sigo infinidad de páginas de animales. Perros, gatos, mapaches, nutrias, cocodrilos... Me da paz ver a los bichejos hacer carantoñas a sus dueños y cuidadores; especialmente adoro a Luna, una pantera negra que vive en una moderna dacha en Rusia, rescatada de una muerte segura tras ser repudiada por su madre, un animal de un circo. 

 Además de los animales, la red social, que no escatima el valor informativo que suponen mis likes, hace funcionar sus logaritmos para aportarme otros dominios, en donde desfilan grandes títulos de la historia del cine, rubias de infarto como Olivia Newton John o Farrah Fawcett o páginas de música, puertas a la nostalgia, donde revivo al compás de canciones de los años ochenta, los años de mi adolescencia.

 Hoy me ha saltado un vídeo de una actuación en directo de Whitney Houston, interpretando saving all my love for you, en un programa de televisión. Ataviada con un elegante traje verde de una pieza y su inconfundible meleza de rizos. Con esa elegancia que mostraba en el escenario, sus largar piernas y esa cara preciosa de la que me enamoré perdídamente hasta el punto de tener la carpeta del instituto forrada de fotos suyas. 

 Aquel amor platónico de adolescente, que de algún modo se enfadó de adulto con la Whitney madura, aquella que no vivía la vida de control que aparentaba llevar y que sacó a paseo todas sus miserias de drogas, vida disoluta y excesos, que le llevaron a la ruina, a arrastrarse por los escenarios, a olvidar la letra de sus canciones, a una muerte oscura y solitaria en una bañera de hotel.

 Durante mucho tiempo he renegado de la cantante que me encandilaba, la que fui a ver al viejo pabellón de deportes, hace más de treinta años, en mi primer año de estancia en Madrid. Por alguna razón no aceptaba su final y lo que esta escondía, porque estaba ciego y no era capaz de ver la realidad, esa que permanece oculta tras la pantalla de la idealización. 

Acaba el video, se oye una salva de aplausos mientras ella sonríe, dejando a la vista sus dientes blancos perfectamente alineados. La que fue y será, pues de algún modo me he reconciliado con ella y sus canciones, vuelven a estar en mis listas de audio. Por siempre, Whitney.

  

 

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