Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




sábado, 17 de febrero de 2024

Calle Pez

 Como llego con antelación, gracias a esa manía de ser escrupulósamente puntual que parece que se acentúa con los años, decido bajarme en la estación de Sol, para subir caminando hasta la sala donde hemos quedado para ver un montaje de comedia y danza del vientre.

 La Calle del Carmen es un hervidero de gente, como siempre, en donde el idioma que menos se escucha hablar es el español, con todo, se camina con fluidez, dando al paseo, lleno de tiendas con escaparates iluminados, un aroma de relajación y regusto que hace que los pies se vayan solos; hago un repaso de los locales y veo una tienda nueva de alpargatas; me llama la atención el logo que emplea la última letra de alpargata sustituyendo la A por un dibujo que aunque se asemeja al calzado que vende, en realidad parece una polla.

 No tardo en desembocar en Callao, llena de bombillas de colores, una versión castiza de Time Square neoyorquino cada vez más lograda;  ya no queda casi nada de aquella plaza vestusta transitada por coches que sólo tenía como reclamo lumínico, el neón de Scheweppes del Edificio Carrión. 

 Bajando por la remozada Gran Vía dejo a mi derecha la Calle Libreros, y los recuerdos se me amontonan en la cabeza, regateando con la gruñona Felipa el precio de algún libro de derecho, cuyo coste suponía quedarme sin beber copas un mes.

 San Bernardo, no parece la misma. Algún hotel nuevo, tiendas y restaurantes que lucen limpios y modernos; ese aroma rancio y viejo de Noviciado ha perdido fuelle; en la Calle de la Cruz Verde, mi añorado Boñar de León se llama ahora  La Cuenca. ¿Ganaría alguien el viaje a Canarias para dos personas si era capaz de comerse entero un codico montañés? 

 Por fín mis piés deambulan por la Calle del Pez y entro en una especie de cápsula del tiempo; pese a sus remozados accessos y los locales nuevos que hay en ella, sigue todo igual, como si por ella no pasara el tiempo. Me mezclo con los transeuntes, la mayoría chavales en edad universitaria y dejo que los viejos aromas de fin de semana estudiantil, me embarguen, buscando con ansia a mis amigos, para entrar cuanto antes en algún garito y tomarnos una cerveza.  

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