Matices linguísticos. Leo en una cabecera nacional que las familias en pobreza moderada afrontan el subidón de la cesta de la compra, como buenamente pueden.
En esa obsesión de ponerle nombre a todo, de crear escalas para todo, hasta la mismísima pobreza tiene ya un escalafón.
Así si hay pobres moderados, habremos de suponer que hay pobres severos y pobres que casi no son pobres, porque tocan el techo de esta nueva escala social.
Incluso podríamos hablar de pobres ricos, de una especie de aristocracia de desheredados, en la cúspide de una clase social que tendría en ellos su punta de lanza.
La realidad es la que es. Es más simple y tiene una evidencia, una acción que de rutinaria pasa a convertirse en algo cada vez más serio y complicado: Llenar la nevera.
Tener garantizadas las tres comidas diarias. Ese es el listón. Cosas de las que antes ni nos molestábamos en hablar, ahora están en boca de todos. Porque muchos razonablemente acomodados, se irán aproximando a ese listón que marca la diferencia entre ser pobre y lo que hay más arriba. Ricos ricos, como siempre, sigue habiendo muy pocos.
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