La Caverna

  Dicen que cuando se cierra una puerta, se abre otra,  aunque hay puertas que no se abren, por más que uno quiera verlas así, abiertas.

 Más si cabe cuando el miedo, que es el más poderoso arma que existe sobre la faz de la tierra, atenaza.

 Se acercan nuevos periodos festivos, periodos de asueto, de descanso. Momentos de cambiar de rutinas, de salir del día a día, y todo eso tendrá que hacerse, nuevamente, entre las cuatro paredes de tu casa, que más que un hogar, va camino de convertirse en una cárcel.

 Cada vez nos parecemos más a los esclavos de la caverna, esos que recreó Platón en La República y que sabían de la existencia de la luz del sol, aunque solo tenían vagas proyecciones del mismo en una pared, porque les estaba vetada la salida al exterior, para poder verlo con sus propios ojos, sin necesidad de contar con intermediarios.

 Así que esta Semana Santa veremos las playas por la tele, porque seguro que hará buen tiempo y no lloverá, y veremos cómo en nuestras pantallas se proyectarán imágenes de turistas británicos, mojándose el culo en Benidorm, ese que los patrios tenemos vetado, porque no se pueden realizar traslados entre comunidades, pero si por vía aérea desde otras latitudes europeas. Las pantallas de plasma serán las paredes donde veremos esos reflejos de añorado esparcimiento, mientras seguiremos encadenados a la prisión del toque de queda y el cierre perimetral. Hágase la luz, artificial.