Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 24 de septiembre de 2020

Ser astronauta

 Antes cuando eramos enanos queríamos ser tan altos como la luna, para ver a los soldados de Cataluña, ¡Ay, ay !  y ese amor inegable por las alturas además de ver a semejante tropa, nos invitaba a volar todavía más alto, excediendo los límites de la atmósfera, internándonos en espacios siderales, lejanos, visitando otros planetas, estimulados por las lecturas de Julio Verne, que con rudimentarios métodos permitía alcanzar todo tipo de aventuras.  Ir de la tierra a la luna, y ser astronauta. ¿Quién ha sido niño y no ha querido serlo?

 Incluso de adultos es una profesión que estimula, que da alas y deja volar la imaginación. Pocas cosas generan más expectación que ver la cuenta atrás de un cohete, antes de que se produzca la ignición, y salga escopetado hacia arriba. Gestas en directo a través de la televisión, un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad. Cuántos no hubieran dado cualquier cosa por ser un Armstrong.

 Gente ágil y esbelta, de mente competente, gente brillante con capacidad extraordinaria. Ser astronauta es sinónimo excelencia. Tanta que pensamos que por el hecho de serlo, de haber estado ahí afuera, de hablar tantos idiomas, de tener un expediente académico casi perfecto pueden y deben realizar casi cualquier cosa. Y no. Nos olvidamos que por mucha perfección que acompañe, todos tenemos lastres, torpezas, faltas de capacitación que nos inhabilitan para ser cualquier cosa.

 Y es que a veces nos olvidamos que un currículum es siempre algo vivo, algo que está en estado de movimiento. Ningún currículum que dé todo por sentado es un buen curriculum, por mucha brillantez que traiga de atrás. Y si no que se lo digan a algún ministro de la actual administración, que va dejándose todo su mérito y reconocimiento a jirones.

 

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