Antes iba a ser un renta universal, pero quizá se dieron cuenta de que el nombre no era el más apropiado, máxime cuando esa renta estaba destinada a un sector concreto de la población, no a todo el mundo.
Abonados a los nombres ampulosos, esos que tienen más ruido que chicha, a la renta en cuestión se la sustituyó por el denominado ingreso mínimo vital, todo un eufemismo moderno bajo el que esconder el auténtico propósito de la ayuda: subsistencia más básica, o sea beneficencia pura y dura.
Algunos lo consideran una conquista, pero no deja de ser un síntoma de enfermedad, de falta de recursos, de carencias esenciales; síntoma de incapacidad de dar a un sector de población la oportunidad de obtener recursos.
Curiosa esta nueva izquierda con espíritu de bandolero. Cual Tempranillo andan a la caza de caudales de pudientes para repartirlos entre los más necesitados. Andan más pendientes de los derechos que de los deberes. En qué momento el dar y conseguir un trabajo digno y bien remunerado dejó de ser un mantra.
Igualdad a base de subsidio. Y ni si quiera llega a tiempo. Burocracias enojosas y arcas tiesas de recursos impiden que la medida estrella llegue a donde debe. Derechos que viven a costa de conseguir compensaciones. Cuándo la dignidad dejó de estar en el tablero político. Cosas del mundo obrero on line, que no pisa la calle ni para salir a hacer footing.
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