Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




lunes, 24 de agosto de 2020

El placer del viajero

 Es la segunda de las que se pueden catalogar como novelas cortas que leo de Ian McEwan, después de Chesil Beach, y al igual que en aquella ocasión, termino la lectura de esta nueva obra, con absoluta fascinación por el manejo que del hilo narrativo hace su autor.

 Con un argumento tan aparentemente tranquilo que casi cae en lo insulso, una pareja de amantes que deciden pasar unas vacaciones en Venecia, McEwan construye en El placer del viajero, ( Edit. Anagrama), una trama que saca al lector del plácido, relajante y aburrido ambiente en el que transcurren las vacaciones de una pareja aisladas en un entorno donde la habitación del hotel y las visitas a la playa, son el común denominador fundamental, tan sólo alterado de cuando en cuando, por alguna escapada nocturna para salir a cenar.

 Todo previsible dentro del majestuso e incierto paisaje que supone Venecia y sus angostas calles, por las que es fácil perderse si no se conocen bien. En una de esas salidas nocturnas de la pareja, el azar hace que Mary y Colin, conozcan a Richard, un italiano de formación anglosajona, hijo de diplomáticos que regenta un bar que abre hasta tarde. La aceptación de una invitación a tomar algo en ese establecimiento por no encontrar otro lugar abierto a esas horas donde poder ir a cenar,  sacará al lector de su letargo y a los personajes de su idílicas y monótonas vacaciones, para comenzar una extraña relación con su particular anfitrión, y su esposa, Caroline, mujer sumisa y enferma, que completará esta especie de cuarteto amoroso al que se unen Mary y Colin sin quererlo.

 De una forma magistral, McEwan traslada al lector por las dudas, intrigas, preguntas, y curiosidades que la extraña pareja despierta en los turistas, y con ellos acaba deambulando por los escenarios de la compleja relación que se abre entre los cuatro, que termina con un desenlace tan inesperado como sorprendente.

 Intriga, punto constante de crecimiento de la intensidad narrativa, acierto en las descripciones de paisajes, ambientes y personajes. McEwan construye, casi sin quererlo una novela de misterio con tintes costumbristas y románticos. Lo que le convierte en un autor diferente, por imprevisible y profundo.

 

 



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