Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 7 de agosto de 2020

Deporte extremo

 Desde luego no es el primero que se viene a la cabeza cuando a deportes extremos se refiere uno. Eso normalmente lo asocia uno a ver a alguien tirarse por algún precipio, o seguir el camino inverso tratando de encaramarse a lo alto de una montaña en condiciones muy difíciles. A montarse en un cacharro que alcanza velocidades casi imposibles... El abanico de actividades deportivas extremas suele asociarse a actividades de vértigo.

 Pero para vértigo el que da ver las imágenes del final de la etapa de la Vuelta a Polonia en la que dos ciclistas holandeses se juegan la victoria lanzados en llano a una velocidad que sobrepasa los ochenta kilómetros por hora. Uno arrincona al otro contra las vallas, llegando incluso a desplazarlo con el codo y éste acaba empotrándose contra las protecciones al tiempo que sale volando por los aires.

 Con múltiples fracturas en el cara y cráneo, ni sus ojos ni su cerebro han sufrido daños. Aún así está en estado grave y en coma inducido por orden de los facultativos.

 El visionado de las imágenes ha causado estremecimiento  a la par que estupor por la dureza del golpe y por la antideportiva acción del causante del accidente, que acabó con sus huesos también el suelo, pero sin mayores consecuencias. Como ocurre casi siempre en todos los accidentes, el infractor apenas si sufre daños. Y la sensación de injusticia se redobla por eso en el sentir generalizado. 

 Ningún médico recomendará nunca la práctica del ciclismo a los niveles en que se produce a nivel profesional. Esfuerzo intenso que lleva al cuerpo a explorar sus límites, produce en algunos casos una fatiga coronaria tan fuerte que puede desencadenar fatales desenlaces. Deporte donde el espectáculo prima sobre la condición humana de sus practicantes, con el encadenamiento de etapas de subida a puertos de alta montaña, sin apenas descanso para recuperar entre días. A veces uno se pregunta cómo puede nadie dudar ni parecerle mal por considerarlo dopaje,  que estos deportistas tengan que tomar sustancias para recuperar el tono muscular y físico en general para poder continuar con la tralla del día siguiente. 

 A eso se suman los riesgos en las llegadas, donde la estrechez de las calles por la que transcurre el clásico último kilómetro, más las protecciones laterales que puede que protejan al público, pero no a los ciclistas, convierten a los finales de etapa en una ratonera con todo lo que ello conlleva, de peligros, indefinidos. 

 Por no hablar de los entrenos, donde la carretera es la sepultura para unos cuantos, atropellados por coches y camiones.

De un modo u otro, por una causa u otra, todos estos elementos convierten al ciclista en ruta o carretera en un deportista extremo.


 

 

 


 

 

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