Llega con las primeras sombras
apenas se ve lo justo,
lo imprescindible para elegir
rama y acomodo.
Sé que está fuera
porque antes de oir agitarse las hojas
suelta un graznido de saludo
como si me avisara de que
al fin,
ya ha llegado.
Miro curioso por la cortina
sin apenas moverla
y allí está
despeluchándose
acomodándose su plumaje
blanco y negro,
nada mejor que tener abrigo
confortable y calentito
para pasar la noche.
Solo falta de su cama
los días que llueve
o hace mucho viento;
el resto, va fiel a su rama,
que alguna vez cambia
seguramente porque la encuentra
a su gusto.
Y así todas las noches
a un escaso metro
de mi ventana
corro la cortina y le deseo
buenas noches
a la urraca Camila.
Ni si quiera sé
si es macho o hembra,
pero fue Camila
el primer nombre que vino
a la cabeza, cuando
la vi posarse la primera noche.
Y así seguiremos
juntos
mientras el otoño
no desarme su lecho
y las hojas de mi árbol caduco
dejen al descubierto
su refugio.
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