Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 11 de diciembre de 2019

La noche de las velitas

 Quien sabe cuánto tiempo tardarían hace años en saber de la vida de sus familiares aquellos que por razones del tipo que fuera se vieran en la necesidad de cruzar el charco y estar a unos cuantos miles de kilómetros de distancia de casa. Seguramente hasta que no apareciera el código Morse fuera una quimera tener conocimiento rápido de nadie, si para tener noticias de un allegado hubiera de esperarse por ejemplo, a la notificación por vía postal. 

 Hoy con la red, y el uso generalizado de internet, ese problema no existe y la comunicación es inmediata.

 Tengo un hermano allende los mares, haciendo las américas como buen nordaca, que se ha negado en redondo a resignarse a trabajar de lo que sea aquí para subsistir. Tirando de orgullo se lió el petate y marchó a Colombia donde con más trabajo que fortuna se ha asentado, estableciéndose con su familia de reciente creación, en los aledaños de Bogotá.

 Con frecuencia tenemos noticias de él, gracias a las aplicaciones de mensajería que tienen los nuevos dispositivos móviles de comunicación; por ellos tenemos conocimiento casi diario de la vida y milagros de Sara, su hija, la última llegada al clan familiar que por desgracia aún no tenemos la fortuna de conocer en persona. 

 De entre las cientos de fotos que nos han llegado de su vida allí, me ha llamado mucho  la atención esta, sacada justo en la entrada de la puerta de su casa. En ella se le ve afanándose por derretir la base de una vela con el objeto de que el cirio reblandecido se solidifique de nuevo en la base, una vez depositado en el suelo.


 Interrogado por el significado de lo que hacía en la foto, nos comentó que es típico en Colombia realizar este acto que denominan la noche de las velitas, en la víspera del ocho de diciembre día de la Inmaculada Concepción, que es una forma de atraer la suerte, además de rendir homenaje a la virgen, y que para los colombianos este momento supone el inicio de las navidades. 

 Viendo la foto, no pude menos que acordarme de un libro que me impactó en la universidad y que de hecho traigo a colación siempre que puedo, La ciudad antigua de Fustel De Coulanges, libro que además de describir la fisonomía de las ciudades, o explicar el derecho o la economía, estudiaba los diferentes tipos de culto existentes en la antigua Grecia y Roma, con mucho su parte más interesante para mi gusto.En ella se relata la relación por ejemplo que los romanos tenían con el lugar que consideraban su casa, como el hogar propiamente dicho siempre estaba formado alrededor de un fuego, y como en el ara o altar se realizaban todo tipo de ofrendas a diversidad de dioses, así como homenajes a difuntos, a los que no se consideraba fallecidos sino pasados a otra vida.

 De entre esas deidades domésticas si hubo una que me llamo la atención fue la de los dioses de la entrada o del umbral de la puerta, aquellos que velaban por la seguridad de los que vivían dentro. Por ello que cada vez que se recibía a un nuevo inquilino en el ámbito doméstico este debía entrar por la puerta sin pisar la entrada, para que estos dioses no los considerasen foráneos, siendo esta la razón por la que la novia cuando llegaba a la casa de su nuevo marido, entrase en volandas llevado por él, costumbre que sorprendéntemente se ha mantenido intacta con el paso de los siglos sin que mucha gente sepa a qué obedece su cumplimiento.

 Dioses de la entrada, velas en el umbral de la puerta. Costumbres que tienen una mezcla de belleza, creencias, superstición y, en resumidas cuentas, son cultura. Puede que pasen muchos años,décadas o centurias, pero como decía Freud en El malestar de la Cultura, somos seres condicionados por el entorno en que vivimos y sus tradiciones y creencias, y ellas no nos hacen necesariamente libres, por mucho que la humanidad avance.


 

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