Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 9 de octubre de 2019

Acampadas

 Es un día entre semana y regreso por el Paseo del Prado camino de la Glorieta de La Cibeles, para coger un búho. De repente me topo con ellos. Apenas son una cincuentena de tiendas de campaña que ocupan un cuadrilátero estrecho rodeado de parterres que delimitan el espacio. Reina el silencio, aunque las pancartas y carteles que hay por todas partes resuenan como un clamor: reclaman el derecho a tener una vivienda digna.

 Hace apenas unos días que el Ayuntamiento ha desmantelado el campamento. Escucho a uno de los portavoces del movimiento de protesta que se queja de que les han confiscado las tiendas. Apenas un trozo de tela de poco o nada de valor, aunque para quien duerme en la calle es algo más preciado. La protesta se cancela, se desmantela, y lo hace sin altercados, en silencio, el mismo que hace que en apenas unos días nadie se acuerde de ellos. La pobreza siempre es silenciosa, anónima, no conoce de sujetos ni de identidades. A nadie le importa.

 Leo que otra nueva concentración y asentamiento  de tiendas acaba de instalarse en la Plaza de San Juan de la Cruz, en un lateral de Nuevos Ministerios, justo en el punto donde hubo una estatua ecuestre del dictador, que fue retirada de su emplazamiento de noche, sin aviso previo, con una precaución que solo delata el miedo que todavía desprende este personaje para muchos. En esta ocasión la razón de la acampada es otra: protestar por el cambio climático, eso conlleva que la mayoría de los integrantes de la protesta sean jóvenes, como si el medio ambiente solo fuera patrimonio de los que menos edad tienen. También pacífica, no tiene visos de terminar en ningún momento, aunque como ocurriera con los sin techo, será desmantelada antes o después. 

 Nada que perdure en el tiempo, Nada de ocupar las calles, como se hiciera en su día con la Puerta del Sol y el 15M, como si de un síndrome se tratase, que evitara limpiar los espacios públicos de estancias prolongadas.

 Parece este medio de protesta un medio reciente, pero nada más lejos de la realidad. Otros ya abrieron camino, como los trabajadores de Sintel, que durante 187 días ocuparon un buen trecho del Paseo de la Castellana, en los aledaños del Ministerio de Economía, en el mismo espacio en donde yo mismo, hice noche en una de sus tiendas en la acampada para reclamar al Gobierno de España que donase el 0,7% del PIB para ayudas al desarrollo. 

 Acampadas. Toleradas, pero con recelo. Patrimonio de los más jóvenes, idealistas, convencidos de que se puede hacer algo para cambiar el mundo, antes de que el mundo les ponga en su sitio, y los ideales languidezcan. Solo los que no tienen nada, los sin techo, no conocen de rangos de edad en sus protestas. La desigualdad no discrimina por sexos o edades, y es que nada nos iguala más que la miseria. Qué paradoja y qué desalentador.

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