Corrupción

 Cuando alguien oye o lee la palabra corrupto o corrupción, no puede menos que asociarla, ineludiblemente, a la política; demasiados precedentes nos contemplan en un país como éste, en donde siempre se ha visto la incorporación a la función pública como una forma de ganar prestigio y sobre todo, dinero. 

De hecho una de las entradas del diccionario de la RAE, en su definición, la recoge como tal: " En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores."

 Sin embargo, hay muchas formas de corromperse, de ser deshonesto o moralmente malo y no tienen por qué afectar a las arcas del herario público, ni necesariamente han de tener relación con el dinero y su apropiación indebida.

 Veo con regularidad  anuncios de la más famosa cadena de hamburgueserías, que de un tiempo a esta parte recurre a personajes conocidos para la promoción de sus productos, personas que en redes sociales promueven hábitos alimenticios de otro tipo y aquí consumen hamburguesas con pan de cereal, pese a ser celíacos, por poner un ejemplo. Debe ser que la comida basura no es tan basura si te aflojan dinero y te dan visibilidad. 

 Deportistas de élite que son embajadores de casas de apuestas, "enalteciendo los valores del deporte" con la peligrosísima costumbre de recurrir a este tipo de lugares en busca de un dinero fácil, que conduce directamente a la ludopatía. La lista se amplía con nombres de presentadores de televisión o actores, a los que frecuentemente se ve fotografiados en campamentos de refugiados como embajadores de alguna ONG. Serán cosas de tratar de compensar el karma.

 Alguien denominará a este tipo de cosas, simplemente incoherencia, pero son corrupción de costumbres, de uso diario, píldoras que se aplica cada cual con objeto de alcanzar un beneficio, del tipo que sea.  Difícil materia es esa de predicar con el ejemplo.