Último libro del año, última reseña, a vuela pluma, con apenas veinticuatro horas de distancia desde que leí las últimas líneas. Ha querido la casualidad que esa postrera lectura sea para la primera novela de mi gran amiga Belén Valiente.
Adicta a las letras, poetisa de batalla, con varios poemarios ya publicados, aunque entrega sus poemas en recitales, talleres de escritura y encuentros formales o informales, por doquier, da un salto en su carrera creativa con la publicación de su primera novela: Lluvia horizontal.
Escrita en formato de diario, juega con el subconsciente, intercalando situaciones reales con hechos aparecidos en sueños, logrando con ello un ritmo que da a la narración, frescura, agilidad e intensidad, necesarios para seguir el hilo de la historia que transmite Erea, su protagonista, embarcada en un mundo de dudas y desazones provocadas por la dificultad que entrañan sus relaciones sentimentales.
Un canto de vida, un alegato femenino lleno de espontaneidad, un baño de realidad, con situaciones con las que llega uno a identificarse; Lluvia horizontal es una oportunidad de acercarse al alma de mujer, perdidos por las calles de una ciudad, Santa Cruz, por donde transcurre este callejero de sentimientos.
Como la bruma que provocan las nubes bajas cargadas de humedad, que hacen que caiga el agua gota a gota, como una lluvia destilada por un alambique natural, el título que hace alusión a este peculiar fenómeno atmosférico canario, es el primero de los muchos aciertos de este trabajo, que comprime en esas dos palabras la vida de una persona con sus luces y sus miserias.
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