Tarde de autopista, con sol de justicia pese a los carámbanos helados en forma de aire. Procesión de motores cruzando la estepa manchega, llena de rectas eternas y páramos carentes de inclinación. Hasta que el juez de despeñaperros cambie el paisaje por campos de olivos sin fin.
Tiempo de reunir a la familia, descanso y abrazos. Nada más sencillo ni más reconfortante. Un año más. Otro regalo del corazón.
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