Cuánto juego da el derecho de sucesiones. Por sí solo es un tema literario de primera magnitud. Por una herencia se hace cualquier cosa, incluso se mata.
Estos días estamos viendo un nuevo tipo de herencia, denominada universal. Se llama así porque la daría el Estado, a sus hijos menores de veintitres años. Un dinero a fondo perdido para que los beneficiarios inviertan sus emolumentos en formación o en el comienzo de una empresa laboral propia.
Es, a día de hoy, una propuesta electoral, tan novedosa, que está consiguiendo eclipsar, incluso, los pactos del principal partido de la oposición en ayuntamientos y comunidades para asegurarse sus gobiernos. Que se apunte un tanto el miembro del equipo de campaña de Sumar que se propuso aportar algo nuevo y que armara ruído; desde luego que lo ha conseguido, seguramente por encima de las expectactivas iniciales.
Queda por discutir tanto la viabilidad de la medida, como el coste de la misma. En cualquier caso, redunda en esa corriente de opinión en la izquierda que considera que una parte de la renta que tenga cada cual, ha de venir ofrecida por las instituciones, méritos y labores profesionales al margen.
Hay detrás de esa medida un cambio generacional en toda regla; la vieja meritocracia cada vez pierde más adeptos. Al menos por ahora. Igual algún día, cuando cambiemos de ciclo, cosas como están pierden fuelle o caen en el olvido.
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