Estamos de aniversario. Un año de partes de guerra, de comparecencias en color caqui del presidente mejor dotado para la interpretación de la historia. Del pánico al miedo controlado, de la tensión e incertidumbre a la asimilación y convivencia con las bombas y la muerte.
Conflicto que se ha teñido de guerra vecinal, de primera crisis bélica del nuevo siglo en la vieja Europa, pero que en realidad es una partida del Risk a tres bandas, con los chinos en medio de las viejas superpotencias, sin mantener equidistancia alguna, pues una de ellas dejó de serlo hace mucho tiempo.
Son fuertes, son poderosos y, además, tienen, paciencia; eso oí a algún comentarista en los medios en relación al papel que juegan los asiáticos en esta guerra y en general en su politica exterior y de influencia. Parece como si léntamente fuéramos avanzando hacia un mundo que cambiara de eje gravitacional, trasladando la base de poder al otro lado del Océano Pacífico.
Puede que los rusos imperialistas quieran diezmar a la agraria Ucrania, arrebatándoles el Donbás y asegurando la plaza de Crimea, pero aún siendo protagonistas, tienen en este envite un papel necesariamente secundario. Chinos y americanos son los jugadores de una partida de cuyas conclusiones, resultaremos afectados en el medio y largo plazo. Pinceladas de un nuevo mundo.
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