Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 16 de febrero de 2023

Postales de Canillejas. 2

 Corría el verano del año ochenta y cinco, en una de sus últimas noches del mes de agosto, áun caluroso pese a la proximidad de septiembre.

 La noticia había corrido como la pólvora por radio y televisión: otra vez una cornada acababa con la vida de un torero, cuando apenas habían transcurrido once meses desde que en una ambulancia de camino hacia el Hospital militar de Córdoba, se desangrara Francisco Rivera, marinero de luces por obra y gracia de Perales, a quien su esposa cantó desde su muerte, convirtiéndose en la viuda de España. 

 Pegados a la tele, esperábamos la última edición de las noticias, siempre programada al filo de la media noche, antes de la finalización de las emisiones con la consecuente carta de ajuste. Pese a ser una corrida en una plaza de tercera, un cámara profesional desde las gradas, grabó el instante en que Burlero, partió el corazón en dos de Jose Cubero, Yiyo. Imágenes impactantes, la fuerza del animal moribundo, por puro reflejo, después de recibir la estocada de muerte, levantando a su ejecutor hasta ponerlo literalmente de pié y ver como éste apenas si tiene tiempo para dar un par de pasos acompañado de su banderillero, Pali, al que dirigió sus últimas palabras antes de caer inerte junto al burladero. Aquella noche nos fuimos a dormir con esa imagen grabada en la retina, que aún recuerdo cuando paso por la calle que el ayuntamiento le ha dedicado en su distrito de Madrid.



Con apenas veintiún años, francés de Burdeos e hijo de emigrantes, afincado en su barrio de Canillejas, donde en su casa de la calle Canal del Bósforo reza una placa de mármol que recuerda su condición de vecino, aquella promesa del toreo,  (profesión entonces equiparable a la de un futbolista en este país), vio truncada su vida, en una tarde de toros en la que iba en lugar de Curro Romero. Casi un año   después de haber formado parte del cartel, que en Pozoblanco, vio la última faena de Paquirri.  Cartel maldito para muchos, pues ni siquiera el que sigue vivo, El Soro, volvió apenas a torear después de aquella corrida.

  

 

Recuerdos de infancia. Memoria viva al ir a trabajar. Casi treinta y ochos años han pasado ya desde entonces, aunque el recuerdo no conoce de fechas ni de años. Nadie muere si tiene quien le eche en falta. Menos, si como José Cubero, tiene en su barrio  un perpetuo homenaje en forma de estatuas en parques,nombres en  calles o placas de homenaje en su propia casa.


 

 

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