Han dado que hablar en la última, copa del mundo celebrada en Catar, alcanzando las semifinales del torneo, eliminando entre otras a la sección española. Con un equipo plagado de jugadores que han nacido en paises europeos, a diferencia de otros hijos o nietos de emigrantes, han elegido representar al pais de sus ascendientes antes que al de origen.
Casualmente, a cuenta de la última cumbre hispano-marroquí que se está celebrando estos días y que está dando que hablar por la no comparecencia del jefe de estado alauita, considerado por muchas como un desprecio, no ya al presidente del gobierno español, sino al propio país, puede verse colgada en internet una vieja entrevista hecha hace cerca de treinta años al monarca antecesor, Hassan II. En ella, explícitamente, habla de la no integración de los ciudadanos marroquíes en las sociedades europeas, por razón de proceder de otro continente, de formar parte de una cultura, muy diferente de la europea- occidental.
Tema sin duda, delicado. Orgullo, desconfianza, necesidad de hacerse sitio, de no renunciar a tener un propio espacio... La lista de razones que llevan a ello puede ser muy larga. Es parte de la forma de ser de un pueblo, algo que se transfiere de generación en generación.
A vueltas con la entrevista, ante la insistencia de la entrevistadora sobre la necesidad de integrarse en la sociedad francesa de quienes llegan al país galo, el monarca declara rotundamente: entonces no esperen otra cosa que la llegada de malos fraceses, porque no se integrarán nunca.
Choque de culturas. Si la multiculturalidad es una realidad, la diversidad no debería ser óbice para la integración, ni aún cuando tengamos discrepancias en lo que ha de hacerse para considerar a alguien integrado. Respeto y búsqueda de espacios de sintonía y colaboración, por ambas partes, porque no siempre el intolerante es el que recibe; a veces también lo es el que llega.
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