Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 30 de abril de 2021

Superioridad moral

  Dice mi admirado y respetado Andrés Trapiello en una columna que publica El mundo, que de donde sacarán esa superioridad moral de señoritos de izquierda, esa que de un tiempo a esta parte ha convertido a determinados elementos de la izquierda en aspirantes a presbítero. 

 Y como también le comentaba a un amigo por Twitter no hace mucho, no se que me preocupa más, si la superioridad moral de alguno o el complejo de inferioridad de otros.

 De una manera u otra nada alimenta más el espíritu de rebeldía que el mostrar rechazo a cuanto se nos diga que debemos pensar o hacer, no ya porque atente al libre albedrío de cada cual, sino por llevar la contraria a aquellos que nos impelen y fiscalizan en nuestro comportamiento y opiniones.  

 Dicen que los extremos se tocan, y hay algo de conducta de sotana rancia en las diatribas de algunos adelantados de la izquierda más militante y activa. Los que dicen que lo que tienes que hacer, lo que tienes que pensar, lo que es recto y adecuado. siempre habrá gente que se sienta empujada a actuar en los comportamientos, a dictar actitudes, a emplazar los elementos.

 Lo digo y lo mantengo, más que de superioridad de la izquierda, creo que hay complejo de inferioridad, envidia en una parte de la derecha que hasta ahora, al menos en España, tenía el monopolio de adoctrinar; ahora las arengas las hacen sacerdotes laicos, del otro bando, demostrando que para ser proselitistas no hay que ser de izquierdad o de derechas. La mala baba no entiende de ideologías.

 Como bien dices, estimado Trapiello, manifiestan hábitos de señoritos de izquierdas. Señoritos, sí. Nada hay que desterrar más de la superficie terrestre que los latifundistas de ideas, que se creen capaces de manipular a las masas, tirando para ello de demagogia y acendrados fundamentalismos, sobre cuestiones que no por ser básicas y esenciales han de llevarse al extremo. 

 Todo vuelve. Y lo malo, de hecho, nunca se va. Vistan como vistan, los moralistas de medio pelo nunca dejan de hacer acto de presencia y caldear el ambiente. Ya estamos nosotros para bajarles la temperatura de sus soflamas, de lengua incontenible. O deberíamos, al menos.

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