Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




lunes, 23 de noviembre de 2020

Equidad y excelencia

  Dice la ministra Celaá que "la nueva ley de educación busca ante todo la equidad combinada con la excelencia porque si no, no habría calidad en la educación.

 El sistema educativo tiene que conseguir que cada persona desarrolle su propio talento al máximo, esa es la excelencia, y que todos puedan hacerlo, esa es la equidad. 

 No podemos deja a nadie a un lado". 

 Detrás de estas palabras que sin duda suenan muy bien, habría que preguntarse si la equidad y la excelencia están aplicándose correctamente. Desde luego si por equidad entendemos que todos los alumnos dispongan de los mismos medios y tengan a su alcance las mismas posibilidades, puede que por ese lado estemos aproximándonos al objetivo anunciado, pero saltan y surgen más dudas en lo relativo a la excelencia, sobretodo si lo que se pretende es igualar por lo bajo a todo el mundo, sin premiar ni incentivar la obtención de los mejores resultados. 

 Detrás de tan pomposos enunciados hay un elemento pernicioso que redunda en la pobreza de resultados y mediocridad de nuestros estudiantes, a los que ya de por si desmotivados, van a encontrar menos acicates que promuevan el esfuerzo, sabedores de que para conseguir el aprobado, no primarán tanto los méritos como la necesidad de igualar a todos sin suspensos, con el pretexto de no dejar a nadie atrás. 

Hasta un treinta por ciento de los niños de quince años tendrían que están repitiendo curso, si se aplicasen los mismo baremos de antes, esos que parece que han quedado congelados a cuenta de la pandemia. ¿Y qué hay detrás de esta nueva dinámica de aprobados generalizados?, Habría que preguntarse cuánto dinero cuesta al Estado tener que asumir que estos alumnos no pasen de curso.

 Dinero. Pocos lo mencionan pero mucho de eso hay detrás de la nueva Ley. Como los cerca de seis mil millones de euros que están en juego a cuenta de los fondos que se destinan a la enseñanza pública y la concertada. Un pastel a repartir que no puede dejar indiferente a muchos.

  Produce pena, tristeza y sobre todo indigna ver como se juega con la formación de unas personas que son las que tendrán que tirar del carro cuando lleguen a su edad adulta. Sin capacitación será más complejo el progreso, ese que algunos quieren conseguir extendiendo la mediocridad, amparados en falsos argumentos de equidad. Porque lo cierto es que nunca la ignorancia nos hizo iguales, solo débiles y manipulables. Todavía más.

 

 

 

 

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