Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




lunes, 9 de noviembre de 2020

Noche electoral... Y 2

 ... Y al fin habemus papam.

 Con más intriga que la que convierte en espera internable para los católicos, la espera de la anunciación del nuevo inquilino de la silla de Pedro. Hasta cuatro días ha habido que esperar para confirmar, lo que ha pasado de ser un deseo generalizado,a una realidad que se intuía  que voto a voto, porcentaje a porcentaje escrutado, ha dado la victoria a la candidatura del partido demócrata, la encabeza por el duo Biden- Harris.

 Hace varios días, hasta seis de hecho, en lo que se convirtió en la primera entrega de este post, me atrevía a hacer un pronóstico en donde insistía en que Biden ganaría holgadamente, y así podría entenderse a tenor de los cerca de cuatro millones de votos de más que ha obtenido el candidato vencedor en  unas elecciones que han supuesto el mayor ejercicio de participación en la historia de la democracia estadounidense, con más de ciento cuarenta y cinco millones de sufragios contabilizados. La segunda mayor democracia del mundo, después de la de La India.

 Pero nada más lejos de la realidad. La igualdad de los recuentos, el equlibrio entre el número de estados ganados por cada candidato, (veintiséis del vencedor, frente a los veinticuatro que se han decantado por Trump), así como el conteo lento en estados siginificativos como Michigan o Georgia, que se han decantado por un puñado de votos, dejan muy a las claras, la infravaloración que en general hemos hecho en otras latitudes del trumpismo.

 Ha ganado Trump en feudos que le son tradicionalmente leales a aquel partido que defiende un discurso más conservador, estados del sur y del centro del país, comunidades eminentemente agrarias, donde predominan colectivos de poder adquisitivo medio alto, de raza blanca, de religión protestante, que mantienen intacto el ideario de una América supremacista, pero también ha conseguido muchísimos votos en zonas de fuerte implantación hispana, en feudos de alta participación de colectivos negros, en estados que son un impulso para la economía del país, los famosos oxide states, del medio oeste. Es un craso error estereotipar el votante medio de unos y otros, a tenor de lo visto en el lento y agónico recuento, decantado a través de un voto por correo que se ha retrasado más de lo deseable, en parte motivado por la avalancha de votos diferidos que han supuesto casi las dos terceras partes del total de sufragios registrados.

 Como todo colectivo que se precie, organismo vivo sujeto a cambios o a mutaciones,la población de los EE.UU. también es susceptible de estar bajo el influjo de los cambios, y en este mundo global donde las cuotas de reparto de poder siguen manifestando una tendencia a engrosar el poder de influencia de alguna potencia asiática, ha calado hondo entre cierta parte del electorado ese lema de gorra que tanto ha divulgado por todas partes el candidato derrotado: Make Ámerica great again, y nadie representa mejor en la potencia norteamericana esa idea que el partido republicano;  no en vano ya con Bush hijo se inició una nueva ofensiva diplomática, militar y económica donde USA está poniendo toda la carne en el asador para impedir que China le coma la tostada. Ofensiva que de un modo elegante y solencioso continuó Obama y que Trump ha puesto en evidencia con mas ruido y fanfarria. 

 Se espera un cambio de forma, pero no de fondo en el modo de proceder del nuevo inquilino de la Casa Blanca. De un modo u otro el camino está trazado, al menos en política economica y exterior. Falta solo saber si la implicación de la vicepresidenta Harris, supone algun tipo de cambio en el gran talón de aquiles de la democracia norteamericana, la confrontación de los derechos civiles y el respeto a los derechos de una minorías que cada día lo son menos. Es ahí donde podrá delimitarse el perfil real, de cambio o no, de la administración entrante.

 

 

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