Hasta seis comensales por mesa. Aunque si vives en otras partes ese número puede subir a diez.
Igual que la hora de recogida. Dependiendo de donde te encuentres puedes seguir de farra hasta la 1.30 de la madrugada.
Cotillones interruptus. Mazapanes compartidos, y según.
Todo se reduce a establecer plazos, a acotar los tiempos, a poner trabas, cuando en realidad no quiere ponerse ninguna. Y todo por salvar unas fiestas y unas fechas en las que, seguramente, lo único que haya que celebrar es que estamos sanos.
Algún día nos acordaremos de todo esto, y seguro que aflorará alguna sonrisa en ese recuerdo. Nos acordaremos de lo estúpidos que podemos llegar a ser, y de cómo conseguimos salir razonablemente bien parados, pese a tanta decisión absurda.
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