Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 2 de abril de 2020

Waldo de los Ríos

 Oí por primera vez hablar de él siendo muy crío, a cuenta de un comentario hecho en casa por mi padre. Decía que se parecía muchísimo al hermano de mi madre, mi tío Benedicto. Buscando fotos en una vieja bolsa donde se amontonaban fotos instantáneas en cartón viejo que amarilleaba, pude ver una foto de Bene, así le llamaron siempre en casa, y compararla con la de Waldo de los Ríos. Efectivamente, mismo corte de pelo, mismo corte de cara, hasta idénticas gafas de pasta oscuras e inmensas, confirmaban ese parecido de un familiar directo con el que tuve siempre muy poco vínculo.

 Más tarde supe que buena parte de las melodías que acompañaban los capítulos de la serie Historias para no dormir, del recientemente malogrado Chicho Ibañez Serrador, llevaron su impronta, siendo responsables en buena parte de la tensión y angustia que generaban esas entregas de los viernes por la noche, que tenían a todo el país pegado a las televisiones en blanco y miedo, digo en blanco y negro.

 El Tamborilero de Raphael, la versión del Himno de la alegría de Beethoven, cantada por un rockero nada vinculado a la música clásica, como Miguel Ríos, son una parte del ingente trabajo de un músico y compositor argentino, para muchos adelatado a su tiempo y por ende, precursor y creador de tendencia.

 Vecino de Madrid, donde fijó su residencia en una propiedad sita en la exclusiva urbanización de Conde de Orgaz, un veintiocho de marzo de mil novecientos setenta y siete, un lunes, deció descerrajarse un tiro, después de pasar todo un fin  de semana consumiendo barbitúricos y somníferos. Teniéndolo todo, fue incapaz de superar sus frustraciones y angustias, que muchos  asociaron a su evidente homosexialidad, apenas disimulada con su relación con Isabel Pisano.

 Tenía cuarenta y dos años cuando se quitó la vida, y yo apenas cinco. Hoy cuarenta y tres años después, volveré a sumergirme en una de sus creaciones cuando vea cómo en la pantalla en negro, se abre una puerta que deja entrar un halo de luz al tiempo que chirrían sus goznes.  Será el comienzo de algún capítulo de sus historias, que como él, no duermen el sueño de los justos, porque su talento los ha hecho inmortales.

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