Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 30 de abril de 2020

Sueños de confinamiento

 Que a uno le alteren las rutinas, solo puede traer consecuencias que a modo de efectos secundarios pasan a formar parte del día a día.

 Lo nota uno en las comidas, en la frecuencia con que se visita el cuarto de baño, y muy especialmente en el sueño. Solemos llamar a estas anomalias, desajustes, cuando en realidad el cuerpo lo único que hace es adaptarse a la nueva situación.

 Nueva situación que, para empezar, se caracteriza por el bajón considerable en la quema de calorías. Incluso en aquellas personas que tienen hábitos más bien sedentarios. La ralentización de la actividad fisica por cuenta de la falta de movilidad, conlleva desequilibrios en el control del peso, espita perfecta que abre la salida del gas para todo lo demás.

 En mi caso los cambios más significativos vienen definidos por el sueño; no duermo ni más ni menos horas que antaño, de hecho mantengo más o menos constantes mis horarios de ir a dormir y levantarme, propiciados sin lugar a dudas por el hecho de que el teletrabajo no ha alterado un ápice mi actividad laboral, igual de intensa que antes de comenzar este encierro. Sin embargo me llaman poderosamente la atención los estados de ánimo que se derivan de lo que sueño.

 No me ha llamado nunca la atención la interpretación de los sueños, ni he pretendido especialmente escudriñar en el significado de ellos. Lo que mi parte no consciente lidia en estados de semi-consciencia, o sueño profundo es algo con lo que cuento, y que acepto, en términos freudianos, asumo sin mayores problemas la mochila emocional que ella representa: mis miedos, mis fobias, mis angustias, mis anhelos... Todo lo que en esa centrifugadora borrosa se procesa y da salida. A fin de cuentas busco en mi estado consciente encontrar los equilibrios precisos para no entrar en estados de alteración ni pánico. Yo lo llamo estar en equilibrio, algo que a día de hoy me resulta más importante que ser feliz. O dicho de otro modo, si estoy equilibrado, puedo asumir que, a ratos, puedo ser o intentar ser feliz, a sabiendas que ese estado es tan efímero como imprevisible: igual que llega, se va. Igual que te envuelve, te abandona. Y cuando lo hace no sabes cuando va a regresar, pues no necesariamente depende de tus actos el que lo alcances. Es tan tenue, tan fragil, depende de tantos factores... 

 Seguramente mis sueños sean esa película a color o en blanco y negro que da salida en su metraje a todo ese batiburrillo de sensaciones. ¿ Pienso o siento?,  ¿ Qué es lo que verdaderamente me define? Cuanto más discurro sobre el tema, más me parece que hay cosas ajenas a mi intelecto, que me definen y perfilan, que me marcan y muestran, que, a fin de cuentas, me describen como persona, por más que mi raciocinio procure una cosa u otra. Eres lo que sientes, porque lo manifiestas con tus actos, porque marca tus pensamientos, cómo estos influyen y marcan tus decisiones. Es un círculo en el que todas las partes cuentan, se solapan y articulan. 

 Volviendo a mis sueños. Normalmente no recuerdo lo que acontece en ellos. Sin embargo en estas semanas es muy frecuente que si lo haga. Y anoche, sin ir más lejos, en mis sueños aparezco metido en un retrete.

 El de esta noche pasada ha sido especialemente intenso, tanto que recuerdo infinidad de detalles, de colores, matices, incluso caras a las que pongo nombre. En él me veo subiendo unas escaleras, visiblemente apurado ya que tengo necesidad de hacer aguas mayores. Al llegar arriba del todo, encuentro dos puertas, que dan acceso a dos letrinas turcas, esas que, como dice Leo Harlem, tienen las dos pisadas del hombre en la luna, y en medio de ellas un agujero de agua turbia y oscura, del que te da miedo lo que pueda salir de allí. Pocas cosas nos habrán dado miedo a muchos de niños, que estos retretes minimalistas, ideales para zonas de transito o de mucho uso. Fáciles de higienizar por lo demás.

 Entro en uno y otro y huelo, para ver si alguien a estado antes, y así no me comerme el mal olor de sus deposiciones; finalmente me decanto por el de la izquierda. Con mucha aprensión me bajo los pantalones y me pongo en cuclillas, mirando constántemente hacia abajo. De pronto oigo ruídos por esas mismas escaleras por las que había subido yo antes, y reconozco la voz de dos compañeros de trabajo. Uno, un francés del que tengo varios recuerdos por sus comentarios faltos de tacto, se asoma por la puerta, por el hueco que arriba deja esta, que es mucho más grande de lo habitual en este tipo de baños, donde la puerta deja ver el habitáculo por arriba y por abajo para ver si está ocupado.

 Se asoma y me mira, y se ríe al ver cómo intento cagar. Y no contento con observarme en un momento íntimo, me recrimina que tarde, y me presiona para que termine cuanto antes.

 El efecto de sus palabras es el contrario al de sus deseos, y de los míos, y lejos de terminar con mi deposición, se me cortan de raíz las ganas. La siguiente escena me veo levantándome, subiéndome los pantalones. Para cuando estoy intentando abrocharme el cinturón... Me despierto. Son las cinco de la mañana.

 Insomnio. Noche de sueño concluida. Pasan las horas hasta que el despertador me indica mi hora de comenzar la jornada. Para mi sorpresa mi mente se queda en blanco, y no pienso en nada. 

 ¿ Debería Interpretarlo? Como decía más arriba, me llama muy poderosamente la atención el estado de ánimo que manifiesto en lo que sueño y en mi caso ese es normalmente el miedo. Normalmente no sonrío, ni hablo, ni grito, ni corro. Solo siento incomodidad o me da pavor alguna situación. Puede ser la suma de muchas cosas, desde luego. Prefiero no darle mayor importancia, salvo que el mismo sueño, se repita y entre en bucle. De mis sueños solo se que los constato, no los analizo. A fin de cuentas, como decía Calderón, los sueños, sueños son.




 
 

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