martes, 31 de marzo de 2020

Sorpresas

   Desde que nos hemos levantado apenas ha dejado de llover. Esa lluvia que tanta falta nos hace siempre y que con tanta gana esperamos habitualmente, hoy parece un tanto impertinente y fría, como si viniese a sumarse a la fiesta de pesadumbre que de un tiempo a esta parte nos acompaña. Es primavera, pero hace mucho frío. Mi madre diría aquello de a perro flaco... aún así abro la ventana y disfruto del aire limpio. Seguramente no he respirado en todo el tiempo que vivo en Madrid un aire más limpio que éste. Ya nos acordaremos de esto.

 En medio de tan nublado ambiente, suena el portero automático, sale mi chica diligente a contestar, cuelga y sin darse un respiro se calza y sale pitando de la casa. Tan solo he acertado a escuchar un tenue, espere abajo, no, no hace falta que entre en el portal, bajo yo.

 Apenas si se ha demorado cinco minutos, cuando he oído el giro de la llave en la cerradura y sentido sus pasos de regreso. He salido a su encuentro y me he encontrado con un paquete envuelto en plástico de burbujas.

 - Toma, es para tí.

 Dentro me he encontrado con tres libros. Cuando me he girado para preguntarle por qué lo había hecho, me ha soltado, así sin más, con esa sencillez y cercanía que hace que cada vez que dice algo, lo haga con una rotundidad insospechada:

- Llevas muchos días fuera de tu casa, y se que estás lejos de lo que más te gusta, que son tus libros, a ver si estos tres te ayudan a llevar mejor el confinamiento...

 He tenido que contenerme para no hacerme pis encima. Y aquí ando, sonriéndome mientras escribo esto, deseando apagar el ordenador para empezar los Discursos de Iseo, uno de los ibros que me ha traído.

 Sin querer ser frívolo, Bendito encierro.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Quevedo

  Cada vez que se encuentran textos inéditos de un autor consagrado, hay razones para la algarabía, si encima el autor en cuestión es Queved...