Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 29 de abril de 2020

La cigarra y la hormiga

 Es uno de los cuentos que más marcaron mi infancia,  la vieja fábula de Esopo, que actualizase con el tiempo Samaniego. Y de manera recurrente me viene a la cabeza en estos días tan especiales.

  Esa imagen de la hormiga emprendedora y tenaz, incansable en sus quehaceres diarios, siempre constante, capaz de transportar varias veces su propio peso, para trasladar al hormiguero cualquier cosa que sea susceptible de ser alimento. Cuando voy andando por la calle, me cuido muy mucho de pisar ninguna hilera de estos minúsculos himenópteros, que construyen autopistas para el traslado de sus valiosas mercancias, reduciendo así los riesgos de extravío, con ese canal de comunicación que desarrollan a través de sus antenas. En un modo u otro, son insectos fascinantes, por esa abnegación e incansable disposicion al trabajo.

 En cambio poco o nada las cigarras nos despiertan esa misma admiración. Son insectos de aparente vida disoluta, siempre dadas al jolgorio con su potente canto o vibración, que alcanza considerables niveles de ruido, en especial en las tardes de calor empalagoso que la canícula suele traer.

 Pero lo cierto es que ni las hormigas solo trabajan, ni las popularmente conocidas como chicharras, solo se pasan el día cantando. Unas se agencian el alimento a ras del suelo, otras como cualquier insecto volador, van de una flor a otra, buscando el néctar que las alimente y con ello ayudando a la polinización, a la vida.

 Pero nosotros, los hombres hemos decidido colgar el sambenito a unas y otras, esa etiqueta que dicen los sociólogos necesitamos dar a los que nos rodean porque a todo necesitamos darle certidumbre, aunque ello conlleve emplear un elemento peyorativo.

 Supongo que el recuerdo de esa fábula, tal y como me llega estos días, obedece a la etiqueta, no a la naturaleza de cada cual. Me lleva a la conclusión o moraleja del cuento, aquella que dice que quien siembra recoge frutos, quien trabaja cuando puede y hace bueno, luego dispone de despensa para pasar el frío invierno.

 El paralelismo parece obvio. Hemos sido cigarras y no hormigas, especialmente en lo referente a la prevención y atención primaria. No hemos trabajado cuando todavía era verano, y nos hemos encontrado en un invierno anómalo y desconocido, sin materiales suficientes ni adecuados, sin medios, sin capacidad de dotar a nuestros sanitarios de materiales con los que poder hacer su trabajo en condiciones de seguridad aceptables.

 El resultado a la vista está. En ninguna otra parte se han contagiado tantos profesionales de la salud como aquí. No sé si la solución es construir almacenes secretos como los que hay en Finlandia, que desde la conclusión de la II Guerra Mundial, han creado diferentes depósitos con material sensible para atender a la población en momentos de premura o dificultad.  Lo extraordinario no por ser anómalo, deja de poder ser, de poder ocurrir. Desde luego para ello es necesario tener una cierta capacitación, establecer unos determinados hábitos, modos de pensar, como en todo, es importante crear una predisposición, para anticiparse es bueno documentarse, intentar saber, y lo que es más importante, aprender de hechos acaecidos para no repetir los mismos errores.

 Según para qué, aquí parece que tenemos disposición a ser antes cigarras que hormigas. Porque seguramante volveríamos a tropezar con la misma piedra, por mucho que hayamos visto y conocido. Aún con todo me parece un análisis simple, que tira de tópicos y de discursos ya hechos, pero algo de verdad tiene en el fondo. Nos da pereza anticiparnos, pensar en que puede ocurrir, y llegado el caso, ponernos en lo peor.

 No se trata de doctorarse en logística, ni de volvernos paranoicos construyendo bunkers, pero si de ser un mínimo sensatos. Y paro aquí, que no se me da nada bien hacer de moralista.

  A fin de cuentas ni la hormiga solo trabaja, ni la cigarra esta de cachondeo a todas horas. Ni los finlandeses son perfectos, ni aquí estamos todo el día de farra. Aunque sean nuestros hechos los que hablan por nosotros, y francamente, hablan bastante mal.

 



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario