Con veintisiete dejé de ser joven. Con cincuenta ya soy senior. Al menos eso me sirve para obtener descuentos en algunas cosas; según para qué sale rentable ir para carcamal.
Dicen que la edad está en la cabeza y es indudable que la actitud y vitalidad que tenga cada cual incide en la disposición con la que se afrontan las cosas, pero además del yugo ineludible del reloj del tiempo que no para, están las burocracias y sus reglas pare recordarte que vas pasando de fase.
Edades que no sólo refleja el calendario. El sistema con todos sus engranajes está dispuesto para recordárnoslo y abocarnos a ello. Previsión, desde luego, pero también control y seguimiento, casi tan implacable, como el transcurrir del tiempo,siempre tan efímero, ese que desquiciaba a Azorín y hacía devanarse los sesos a Heidegger.
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